-¡Agnes!- gimió Martha, que se aferraba al brazo pálido de su únicahija-. ¿De verdad se merece tanto ese chico? ¿Se merece esto?La mirada perdida de Agnes no se apartaba de su madre en susintervalos de consciencia e inconsciencia. Descargaron su cuerpopor la parte de atrás de la ambulancia como quien le trae las piezas decarne al carnicero local. Se veía incapaz de aunar fuerzas para alzar lacabeza o la voz en respuesta. La sangre se filtraba hasta la colchonetade cuero sintético sobre la que se encontraba, se encharcaba y corríahasta sus bailarinas color azul verdoso antes de acabar goteandopor la pata de acero inoxidable de la camilla con ruedas.
¿Que os parece? ¿Lo habéis leído?
¿Os gustaría?